Así se aprecia en figuras como la Eva del Políptico de Gante de Jan van Eyck, en el Adán y Eva de Hugo van der Goes y en el de Rogier van der Weyden, o en otras figuras femeninas como la Vanidad de Hans Memling o la Judit de Conrad Meit, donde la pudorosa actitud medieval que relacionaba el desnudo como algo vergonzante va cediendo paso a unas figuras más sensuales, más provocativas, más carnalmente humanas.