Este sentido revelador de la imperfección se denota en obras como Diana (1631), Mujer sentada en un montículo (1631), Cleopatra (1637), Vieja lavándose los pies (1658), etc. Para él, imbuido de un sentido bíblico del cristianismo, la pobreza y la fealdad eran inherentes a la naturaleza, y merecedoras de atención tanto como la riqueza y la belleza. Betsabé en el baño (1654), de Rembrandt, Museo del Louvre, equipacion city París.